PERU: LIGA 1 - FASE 1
FASE 1 - FECHA 1
Tras asegurar la victoria en la final de los 800 m en el Campeonato Mundial de 2019, la ugandesa Halimah Nakaayi protagonizó, junto a su vieja amiga y compatriota Winnie Nanyondo, un memorable baile de la victoria.
Las primeras dos corredoras ugandesas de media distancia en alcanzar la final de un Campeonato Mundial acababan de terminar primera y cuarta bajo el sofocante calor de Doha, y la multitud disfrutaba de su alegre celebración. Convencida de estar destinada a la victoria, la noche anterior Nakaayi despertó con entusiasmo a Nanyondo para practicar el baile que luego realizarían en la pista del Estadio Internacional Khalifa.
Este momento marcó un gran contraste con lo que había pasado siete años antes, en 2012, cuando las mismas mujeres se desplomaron en el suelo después de una carrera que salió mal. En ese momento, la mayoría de las personas que estaban allí pensaron que Nakaayi había muerto.
“Aproximadamente a los 9 años, obtuve una beca deportiva para estudiar en una buena escuela de la ciudad. Fui a un internado y no pagué nada porque tenía el talento de correr, y debía asegurarme de estudiar y entrenar duro para mantener la beca”. Finalmente, sus padres tuvieron que cambiar de parecer. El atletismo demostró ser mucho más valioso para la familia de lo que jamás habían imaginado. “Comencé a clasificar a diferentes competiciones para representar a Uganda y a recibir algo de dinero. No era demasiado, pero era algo, y ese dinero marcaba una gran diferencia para mi familia y para mi vida”.
En los Juegos Juveniles de la Commonwealth de 2011, en la Isla de Man, ganó el oro en los 400 m, con un tiempo de 57,16. Y aun así, la gente a su alrededor se negó a creer en su talento. La respuesta de Nakaayi fue firme: “Decidí no escuchar a nadie. Y simplemente pelear por mi sueño”.
En un festival para celebrar los 50 años de independencia de Uganda, se organizó una prueba de relevos, a la que asistirían varios cazatalentos de universidades. Cada joven atleta debía correr un tramo de 10 kilómetros antes de pasar el testigo a la siguiente corredora. Nakaayi debía correr el segundo tramo, mientras Winnie Nanyondo –su colega finalistas en Doha 2019- el tercero. Pero las cosas no salieron según lo planeado. La primera corredora de su equipo no tenía tanta potencia como Nakaayi, y, cuando recibió el testigo, se decepcionó al descubrir que estaba en el quinto puesto: “Me dije ‘Tengo que usar mi energía para estar como líder al llegar a la escuela’. Así que aceleré como si estuviera (compitiendo) en los 400 m, y cuando alcancé la escuela estaba en segundo lugar, pero me sentía cansada”.
“El ácido láctico se había acumulado en mi cuerpo, sentía como si estuviera paralizada, pero nunca me quise rendir porque sabía que iba en segundo lugar”. “Perdí el conocimiento a partir de allí. No sabía qué pasaba, pero la gente me dijo que tambaleaba y corría de lado a lado”. Nakaayi se enteró luego de que había completado su tramo, pero ya muy tarde. Cayó al suelo y entró en coma. Nanyondo, su amiga, se desplomó a su lado, sin poder correr su parte debido a la angustia que sentía por lo que había pasado. La carrera fue tan brutal que otras cinco chicas también colapsaron ese día. Mientras, corría como pólvora el rumor de que Nakaayi estaba muerta, y, cuando su madre llegó al hospital –descalza y desesperada-, parecía que su carrera en el atletismo había terminado.
“Cuando recuperé el conocimiento, no podía recordar que era Halimah. Seguí rezándole a Dios para que me diera otra oportunidad de vivir”, expresa, al recordar el momento en que recuperó el conocimiento estando rodeada por doctores. Había pasado cuatro horas en coma y los médicos que le habían salvado la vida le dijeron que tomara lo sucedido como una señal. “Nunca vuelvas a hacer atletismo porque Dios te salvó de este día”, le rogaron. Y todos los demás. Pero en ese punto, Nakaayi, tan segura de su camino, no cedería.coincidieron: “No voy a renunciar. Siento que debo ser atleta”.
En 2019, en Doha, Nakaayi estaba en la última vuelta de la carrera más importante de su vida: la final del Mundial. Cuando superó a la líder Ajeé Wilson (Estados Unidos) a falta de 50 m, no muchas personas en ese estadio se habrían dado cuenta de su esfuerzo para simplemente llegar a la línea de salida, por no hablar de ganar una medalla de oro. Al abrazar a su amiga Nanyondo, antes de realizar el inolvidable baile, ella cumplió no solo el sueño de sus compatriotas, sino también un destino que se negó a dejar ir.
Mientras Nakaayi se prepara para correr en los Juegos Olímpicos de Tokio, la cúspide de la carrera de cualquier atleta, puede estar orgullosa también de haber cumplido sus metas académicas, tras graduarse con un título en Ciencias de la Informática y Tecnología de la Información. Además, retribuye a su comunidad ayudando a jóvenes mujeres de Uganda a prosperar y seguir sus sueños, pero sobre todo a nunca pensar que están limitadas por quienes son, donde nacieron, o por lo que el mundo piensa que ellas deberían hacer. “El éxito es una cuestión de elección, no de casualidad”, manifiesta Nakaayi, resumiendo su perspectiva de la vida y el mensaje que quiere mandar a las mujeres del mundo. “Cuando tengas un sueño, lucha por él”.
Fuente: Tokyo2020